A . u . L . a
Las agujas del reloj tejen una encrucijada cronológica irreversible. El 9 se haya acorralado por dos pinzas estáticas, bicectriz espectral. Me encuentro pantalleando una nueva cultura reencontrada. Un caudal indescifrable de coordenadas vocales baila unos centímetros, para estrellarse metros y metros contra el umbral mosaico en una serpiente cuantificable. Cadáveres de hélices, hijas de helicopteros, suicidantes en melodías "morriseanas", cuelgan de los techos como racimos metropolicíacos. ¿Es un hospital de cerebros en reparación? ¿será la guardia centenaria de una educación apichonada?
Las butacas colectivas saborean el festin de traseros sedentarios, mientras los colores "enparcatados" violan, a mas no poder hegemónico, las paredes añejas reflejadas por espadas horizontales de mercurio. El fin se instala rítmicamente... la lapicera acaba un semen chino, cuyas gotas ovulan en cada "gesta escriba".
Las butacas colectivas saborean el festin de traseros sedentarios, mientras los colores "enparcatados" violan, a mas no poder hegemónico, las paredes añejas reflejadas por espadas horizontales de mercurio. El fin se instala rítmicamente... la lapicera acaba un semen chino, cuyas gotas ovulan en cada "gesta escriba".
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