miércoles, noviembre 08, 2006

El 10 de barro con pies dorados

A 10 meses de la muerte del "10"



“No se va, el loco no se va, el loco no se va”. La estrofa, entrecortada por penas y lágrimas, sale disparada como un alarido constante desde el centro del corazón de miles de personas dispuestas en la escenografía de la cancha de Deportivo Laferrere, desde aquel día: Estadio “José Luis Sánchez”. El sol de enero incinera la piel, la muerte del ídolo incendia el alma. Llantos, gritos, alabanzas y remeras con el diez en la espalda despiden a José Luis Sánchez, para darle vida a la leyenda. “Garrafa” es el fútbol, el fútbol es “Garrafa”.
La pelota llora y sangra desde aquel 8 de enero del 2006, bajo el suspiro apocalíptico del edén futbolístico: el potrero. “Garrafa” fue el último poeta barrial, el gordo lleno de fútbol que animaba suspiros de redención en pagos donde el cobre escaseaba y los sueños de gloría efímera se debatían en las calles, a puro filo. “Garrafa” fue la última gambeta, el último guiño insospechado del fútbol; la certeza del sentimiento futbolero expresado en tacos, goles, gambetas y caños.
Jose Luis Sanchez nació el 26 de mayo de 1974. Desde sus primeras andanzas infantiles le regaló infinidad de guiños cómplices a su amada, la pelota. “Garrafa” o “Loco” le fueron adscriptos a su nomenclatura, desde sus travesías laborales con un tío garrafero y a partir de las incontables travesuras que lo hallaban como protagonista principal del escenario barrial.
Desde los comienzos de su carrera en Deportivo Laferrere, el paño verde observó los malabares futbolísticos que este danzante romántico propinaba a “cualquier quía del poder letal”, despertando el asombro de hinchas soñadores que vivenciaban cómo sus lagrimas eran testigos presenciales de aquel maravilloso acto de sumisión y se suicidaban al vacío por semejante gesta. Su aura mágica lució la 10 de Laferrere, El Porvenir, Bella Vista de Uruguay y Banfield. Su currículum futbolero refleja la construcción de una idolatría eterna en “Lafe” y dos años memorables en la escuadra de Gerli con un ascenso a la segunda división del fútbol argentino como retina insoslayable. Pero la función mágica soñada la brindó en el Club Atlético Banfield, desde 2000 hasta 2005. En su primer año, fue la figura inconmensurable del ascenso del club del sur a la primera división del fútbol argentino. Los cuatro años siguientes transcurrieron a pura magia en la máxima categoría a fuerza de gambetas, aplausos y redención ajena, a pesar de verse aquejado por el fantasma de las lesiones. Con “Garrafa” como estandarte del buen fútbol, Banfield mantuvo la categoría el primer año en primera, para luego cristalizar una serie de gestas históricas para la vida banfileña: un tercer puesto; la mejor campaña del “Taladro” en torneos cortos; jugar la Copa Libertadores de América por primera vez en 108 años de historia verde y blanca.
Las geometrías, la física y la materia se resquebrajaban en cada movimiento “garrafesco” sobre la línea de fondo, como escenario de ensueño. Ni un vendaval de tacticismos podía opacarlo. Admiradores del buen fútbol, como Alejandro Dolina, centraban sus prosas en su figura.
Durante el 2005, el físico de “Garrafa” se resentía más a menudo y el manto negro de los planteos mezquinos lo ocultaba cada vez más. Una nefasta decisión dirigencial decretó su partida de la institución, ante los ojos furiosos de incrédulos hinchas del taladro. En junio de ese mismo año, el hombre amado, el ídolo popular, el “profeta de lafe” volvió a vestir la camiseta con la que debutó en primera para encabezar la hazaña de mantener a Deportivo Laferrere en Primera B.
El 6 de enero de 2006, “Garrafa” sufrió un accidente a metros de su casa en Laferrere, mientras intentaba perpetuar sus acrobacias futboleras con su vehículo más preciado, aquel que lo acompañó desde su niñez “garrafera”: la moto. Luego de dos días de internación en terapia intensiva, su corazón, potrero inundado de gloria, victorias, muecas y goles, hizo una pausa en mitad de cancha. Un contragolpe letal fulminó el pecho de los amantes de la redonda.
Aquel 8 de enero de 2006, la “parca” llamada destino nos arrancó de nuestros ojos al “10”, pero el alma futbolera encarnada en cada hincha de Laferrere, El Porvenir y Banfield le reservó un pedestal de gloria eterna con la diez en la espalda, le pelota en sus pies y el llanto por siempre. “Loco” en Laferrere, “Garrafa” en Banfield, Poeta en el Fútbol.
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